Descubrimos que hay una parte, en lo que llamamos “yo persona”, que busca, aunque desde un punto de vista de argumentación mental, de pensamientos, no sepa bien qué es lo que busca. Aunque las palabras posiblemente no sean vividas de igual manera en todas las personas, como indicativo se podría decir que se busca paz, felicidad, verdad, claridad, seguridad… Cualquiera de estas palabras indica algo que se irradia en estado puro cuando el que busca se encuentra. Verdaderamente, esencialmente, realmente…
Lo que se busca es ese mismo que busca. El buscar surge de la negatividad y del error de la identificación personal, ya que el que busca está buscando algo a parte de él, cuando no hay nada a parte de él. Posiblemente desde lo personal debamos favorecer, cada uno en su medida, este reconocimiento de que el que busca ya es, de que ya ha sido siempre. Encontrarse, descubrirse, es destapar, es quitar el error, es vivir la plenitud del instante presente.
Y la plenitud del instante presente, que es esa paz, esa felicidad y esa seguridad buscadas, se vive cuando el que busca deja que los pensamientos y la personalidad se inunden de la verdad de ser lo que uno es, de lo que siempre ha sido. Y eso se debe captar con el corazón, porque la idea frecuente es que soy tal persona, de tantos años, que he tenido determinadas experiencias, y que cuando el cuerpo desaparezca desapareceré yo con él, o bien tendré otra vida después de la muerte.
Buscarse a sí mismo es una ridiculez, porque yo ya soy yo y siempre lo he sido, pero no es tan ridículo cuando uno está viviendo fuera de sí mismo en el pensamiento, en las emociones y en las acciones. Encontrarse es muy sencillo. Es vivir del estado natural, sencillo, simple, sin tiempo. No importa las veces que me pongo a meditar o a investigar lo que soy, aunque mediante la investigación vea lo ridículo de la cuestión.
No hay otra paz, no hay otra felicidad, no hay otra libertad, no hay otra seguridad que la plenitud del presente, y en la plenitud del presente sólo se puede entrar a través de la puerta del presente, del aquí, del ahora mismo, no hay otra verdad que ésta. Esto no es para confeccionar una teoría, aunque el hábito de esta identificación es almacenar teorías. No se trata de almacenar teorías ni emociones ni acciones. Porque si no siempre estaré buscando una teoría, estaré buscando unas emociones o unas acciones determinadas.
No se trata de dirigirme hacia lo bueno y rechazar lo malo. Justamente cuando hay este reconocimiento de Ser, el amor, la inteligencia y el poder surgen espontáneamente. Y vemos que el amor que concebíamos a través de la persona, que era un dar y recibir, un esperar que me den, un enfadarme si no me dan lo que yo quiero, un enfadarme si no se comportan de la manera adecuada según mis necesidades, un esperar que no me fallen, que no me abandonen, que me sean fieles, etc.; vemos que ese amor no era el amor auténtico. Es inevitable en el funcionamiento de la vida dar y recibir, y lo que desde un punto de vista es dar, desde otro es recibir.
Recibir y dar se entremezclan de tal manera que depende desde donde se esté mirando. Nos hemos encontrado muchas veces aparentemente dando, recibiendo mucho, y aparentemente recibiendo, dando mucho. No hay cuestión de dar y recibir desde donde tú eres lo que eres. Se podría decir, desde un punto de vista, que se da como el Sol, que da luz y calor indiscriminadamente y no de una determinada manera. Y muchas veces, el no hacer o el no decir, o el no decir lo que se pretende escuchar, es dar. Más de lo que nos habíamos creído.
Puede parecer al principio como una especie de lucha de pensamientos absurdos, de pensamientos de identificación que se meten en la libertad de ser y te preocupan, te desorientan, te emocionan con miedo, con tristeza, con inquietud, con rabia…
Estos pensamientos, si es posible, deben apartarse, se debe intentar que duren lo mínimo posible y volver otra vez a encontrarse, que es sencillo, simple, sin esfuerzo. No es ninguna pretensión del pensamiento de ser “más que”. Sencillo, directo, natural, no hay que hacer esfuerzo para ser. Se es, se es ya.
Todo el poder, más allá de lo que había imaginado, está en lo que soy, surge de lo que soy y es lo que soy. No es ninguna teoría, porque de lo que estoy hablando, ya lo sabes. Ya lo sabemos, siempre lo hemos sabido. No estamos adquiriendo una nueva teoría de adulto para argumentar, es algo que llega directamente al niño pequeño interior que sonríe, sin tiempo, ni arrugas, ni años…