El estado meditativo es una intencionalidad por la inspiración, por la vivencia espiritual. Es una «intención» para quitar toda intención, es como un programa para desprogramar. Esta indicación de no querer nada, pero estar muy presente, implica que las cosas que deban estar estén aquí. La intención es situarnos como observación tranquila, como fondo íntimo de sentir, de ver. No es un pensamiento ni una idea, sino una evidencia inmediata de ESO. No tiene que darse ni poca ni mucha lucha, sino ninguna.
La vivencia frecuente es la identificación, el pensamiento que se está viviendo como un yo: un yo soy el pensamiento, un yo soy el que actúo…, la gran fuerza con la que se está viviendo ese pensamiento de yo.
Para situarse en ESO, puede colaborar en cada persona diferentes gestos, clics o analogías mentales. Pero las frases no son la verdad, solo realizan la función de verdad en momentos concretos. No obstante, estamos tan acostumbrados a pensarlo todo que incluso las frases tienen que cuadrarnos con nuestras ideas espirituales, cuando solamente son un medio de información e interrelación humana. Desde el punto de vista espiritual, llega un momento en que todo conocimiento no sirve ya para nada. Al principio, vamos a un nivel «subespiritual» de comprensión psicológica, de armonización y serenidad, lo cual nos permitirá estar en espera gustosa, en espera porque es una cuestión de inspiración.
Por ese motivo, surge el problema en la espiritualidad, a diferencia de la ciencia. En esta última, se ha aprendido que puede darse un momento de inspiración, como el de Newton respecto a la teoría de la gravitación universal, que después se desarrolla y se presenta de manera que se puede llevar a cabo como prueba empírica, científica; además, hoy día una persona con pocos años de estudio puede tener ese conocimiento científico e ir avanzando mucho más en él, y así sucesivamente. En esta investigación externa de la materia, ha aparecido un proceso tecnológico de evolución gracias, en parte, a los conocimientos anteriores. Pero en el ámbito de la espiritualidad no sucede de este modo, ya que los conocimientos no lo son todo para otorgar la vivencia espiritual y ninguna religión, secta o movimiento espiritual como tales los ofrecen.
En la espiritualidad, el entendimiento a través del lenguaje tiene como finalidad que la mente quede sorprendida, embelesada, en estado de asombro, lo cual nos recluirá en una espera, y en esta espera mantenida…, si Dios quiere, aparecerá la inspiración (sin que nosotros hagamos nada). Pero sí hay una preparación muy simple en cada persona y un trabajo psicológico de armonía.
Si fuera cuestión de conocimientos, Buda, Cristo, Krishna… habrían enseñado los conocimientos básicos y nos habríamos desarrollado más a partir de ellos. Pero no es así, sino todo lo contrario. Las estructuras jerárquicas han puesto unas normas, unas moralidades que las aplicamos sin discernir para ser «buenas personas», lo cual resulta fatal para la mente humana. Por ello, hay tendencias o personas que siguen en parte la religión muy devotamente, pero después hacen caso omiso de otros principios.
En la espiritualidad, se trata de objetivar y utilizar la frase para comprender, a nivel científico-espiritual, aquello que verdaderamente está pasando con la personalidad, y quedarnos en estado de espera, donde se encuentra la posibilidad de que el SER sea uno con lo absoluto.
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