Cuando la atención se detiene, en lugar de dispersarse hacia la actividad del cuerpo y el movimiento del pensamiento, entonces la potencia de la Realidad, de la vida, que se expande en la animación de todo lo que se experimenta, tiene la tendencia inevitable a centralizarse en ella misma, a absorberse en su núcleo.
En un proceso de búsqueda de realidad y plenitud de Ser, el buscador se propone no prestar atención ni al cuerpo ni al pensamiento, y cuando esto se consigue, se produce una especie de engullimiento en el que se vivencia la intensidad de Realidad buscada.
La forma habitual de vivir del ser humano es con la mente dispersa hacia toda una serie de filtros, es decir, una serie de mecanismos de un aprendizaje antiguo que ha ido quedando desde la infancia y que está concentrativamente en el estímulo y la respuesta de la información pasada.
El ser humano, por lo general, suele vivirse exclusivamente en este mecanismo de estímulorespuesta, pero de este modo de vivir, puede pasar a otro completamente distinto, basado en una atención mantenida en su centro. Y este paso es el que se está buscando con la práctica de la meditación.
La realidad aparece como pensamientos y como formas, como la espectacularidad del movimiento del universo, pero la Realidad, en sí, es ese núcleo central que da realidad a todo el universo, tanto desde el punto de vista de la manifestación del mismo, como desde el punto de vista personal, de la toma de conciencia de todo lo que se puede tomar conciencia: de una sensación, de una forma, etc. Por eso es tan real un árbol, mis palabras o la sensación de la espalda en la pared.
Porque en sí es un feedback entre la realidad original esencial de Ser y la cosa que se está experimentando. Pero esencialmente es la Realidad, sin cosa, lo que anima a la cosa, creándola. Animar quiere decir que aparenta ser lo real.
Si la persona no ve claro esto, habrá multitud de vivencias emocionales, de búsquedas personales, de ideales que pued si en vez de hacer eso, que no me da los resultados esperados, hago lo otro para que me dé los resultados que deseo. Y los resultados siempre son campos de experiencia que acaban en desilusión, porque todo campo de experiencia tiene un movimiento de nacimiento y muerte.
Pero lo que se pretende, sea lo que sea lo que se busque (dinero, satisfacción de los sentidos, etc.), es buscar lo perenne, lo auténtico, lo constante e inalterable en todo momento y circunstancia. Y se busca eso, a través de cualquier cosa que se busque, porque eso es nuestra naturaleza.
La acción se acaba esencializando en el vivir como persona. No se trata de qué cosas se viven, sino desde dónde se viven. No se trata de lo que se dice, sino desde dónde se dice. Lo que se pretende no es vivirse como personaje, sino como actor que puede representar cualquier personaje. Y hay que dar este paso de centralización de la potencia de Ser para ver la multitud de papeles y personajes que te confunden, tanto en ti mismo, que es lo básico, como en un despiste doblado, que son los otros.
Porque no podré ver el fondo del otro si no estoy en mi fondo. De la misma manera que cuando vamos a ver una película de cine, el actor interpreta tan bien que nos hace llorar, nos hace reír y nos hace cantar, si no estás situado en el fondo te confundes con la apariencia, como en la cueva de Platón.
Hay un movimiento constante en la persona, tanto si ha decidido que va en una vía espiritual como si no; no importa, este entretenimiento es libre, no hay ningún tipo de prohibición, simplemente hay unas leyes kármicas de consecuencias y unas insatisfacciones inevitables por no vivirse desde Ser. Pero hay una total libertad para entretenerse en todo tipo de asuntos, ya sean de un estilo de comportamiento marginado, de buena persona o de reactivo.
Verdaderamente, lo que todos buscamos es una plenitud constante de Ser. Y lo que conseguimos en este “cine” son satisfacciones momentáneas a través de los sentidos o de lo psicológico. Las satisfacciones de lo psicológico son en un sentido egoísta de orgullo, de prepotencia y de vanidad, y todos sabemos jugar muy bien a este papel, ya sea yendo de buenas personas o haciéndonos la víctima, pero siempre con la tendencia de la crítica profunda hacia los demás.
La plenitud de Ser no está reñida con una observación funcional del universo, en lo que respecta a personas, animales y cosas. Cuando se vivencia la plenitud (que ya es nuestra pero no vivimos debido a nuestras ideas negativas y erróneas) es cuando la persona más deja de ser culpable para pasar a ser muy responsable.
No se trata ya de una responsabilidad forzada o dictatorial, pues en ello estaría implícita la culpabilidad. Se trata de un tipo de responsabilidad tan simple como lo es el lavarse los dientes antes de ir a dormir para el que tiene ese hábito. Es decir, una responsabilidad que no es ningún esfuerzo y que no se hace por la necesidad psicológica de quedar bien con nadie. Y desde el plano de la espiritualidad la tendencia es a mirar la responsabilidad en ti, no en el otro.
Cuando venimos a meditar, venimos a hacer esta centralización de la potencia de Ser en sí, dejando de prestar atención a las cosas que suceden. Pero para hacer eso hay que estar relajado, reposado, tranquilo y lúcido; muy despierto. Y entonces es como si la intensidad de la Realidad en su núcleo creciera. Al principio me pierdo en las formas, y lo que crece es la tendencia de ir hacia las formas para ganar satisfacciones. Pero no se trata tampoco de ir en contra de ninguna satisfacción, sino de vivir la satisfacción de los sentidos a través de la plenitud de Ser.
La plenitud se mantiene con satisfacción o con sufrimiento externo. Con dolor o placer físico, se mantiene la plenitud. Y por eso hay esa demanda, porque lo real es estar detrás de todo sufrimiento humano con plenitud. Cuando esto aún no se ha vivenciado parece que no sea así, pero hay la demanda constante de que sea así. Y si se tiene una demanda de algo es porque en algún nivel aquello ya es; si no fuera así, no podría haber demanda, no lo detectaría, sería inapreciable.
El sufrimiento emocional y personal no es otra cosa que el Amor despistado. Es el mismo Amor que aclama hacia el centro.
Si pudiera hablar, el dolor diría: “ve al centro”.
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